Soltar la cabeza

Uno de los desafíos más grandes que enfrentamos quienes hacemos Teatro Musical, es soltar la cabeza.
Sí, soltar la mente, el control, la corrección, lo conocido… y entregarnos a explorar desde el cuerpo.

Y es que cantar no es repetir una melodía con una entonación perfecta. Tampoco actuar es decir el texto sin furcios. El trabajo del actor es encarnar. Es dejar que el instrumento descubra, juegue, se exponga.
Y para eso, primero hay que tomar una decisión: la de dejar de hacer lo que sabemos y arriesgarnos a explorar lo que no.
Eso, que parece simple, es un camino lleno de obstáculos. Porque el cuerpo siempre sabe… pero muchas veces la cabeza no lo deja salir.

A mí me pasa. Me pasa cuando empiezo un ensayo, cuando todavía estoy con la energía de mi vida real, con mis pendientes, mis listas, mis problemas.
Hasta que decido entrar. Dejar todo eso en pausa, y permitirme estar disponible. Disponible para el personaje, para el otro, para el juego.

El Teatro Musical: más allá de la técnica

Cuando un actor solo canta bonito o baila bien, pero no habita la escena con el cuerpo, el personaje queda a medio camino.
Muchas veces escucho que se piensa el Teatro Musical como algo estético, casi de cartón pintado.
Pero quienes lo vivimos desde adentro sabemos que es un espacio donde todo confluye.

La creación artística es, sobre todo, una mirada. Y esa mirada se construye cuando aprendemos la técnica, sí, pero para trascenderla. Para ir más allá y descubrir qué tenemos para ofrecer como intérpretes.

Porque actuar desde el cuerpo es animarse a lo desconocido. Es lanzarse al abismo de lo que no controlamos.
Y eso es mucho más interesante que quedarse sólo en las palabras o en las ideas.

Soltar la cabeza, abrir el cuerpo

En el Teatro Musical tenemos que entrenar nuestra disponibilidad total.
Actuar, cantar y bailar no son disciplinas separadas. Son herramientas que confluyen cuando el artista decide abrir el cuerpo y dejar que la teatralidad lo atraviese.

¿Te animás a salir de la cabeza y entrar en el juego del cuerpo?
Ahí es donde empieza la verdadera aventura. Y créeme: vale la pena.